Fuente: https://images.app.goo.gl/WFivP9KPjbuPwTfA7

LGBTTIAPQnB2S’s etc.

Sobre la "ideología de género"

Por Daniel Callo-Concha

«El género es una carrera en la que algunos de los corredores compiten sólo por la medalla de bronce»

N. Harari

Intro y cuestión

De las cinco definiciones de la palabra ‘identidad’ incluidas en el diccionario de la RAE, dos la definen como: “(la) Conciencia que una persona tiene de ser distinta a las demás” y “(el) Hecho de ser alguien o algo el mismo que se supone o se busca”. Así, ser algo o alguien y suponer ser algo o alguien, son equivalentes. Entonces decir ‘soy un animal’, ‘soy una persona’ o ‘soy un ciudadano’ debería ser tan incuestionable como decir ‘soy un genio’, ‘soy bisexual’ o ‘soy una botella’. Seguramente la mayoría se ha topado más con lo primero que con lo segundo, pero si lo tal ocurre puede que la situación se haya acompañado incredulidad, descrédito y hasta contenido rechazo.

Por eso el debate sobre la llamada ‘ideología de género’ en América Latina es excepcional. En menos de siete años más del 90% del territorio continental ha legalizado o el matrimonio o las uniones civiles entre personas del mismo sexo. Lo que parecía un paso más en el reconocimiento de los derechos civiles de las minorías, y de minorías dentro de las minorías, se convirtió en un movimiento de reivindicación de las comunidades lesbiana, gay, bisexual, transexual, transgénero, intersexual, asexual, pansexual, queer, no-binario, 2 espíritus, etc. (cuyas iniciales dan título a esta artículo).

Esta confrontación, entre quienes son y/o quieren ser contra los que no lo aceptan y/o no lo admiten y/o hasta no lo permiten, se ha hecho mediática y alcanzado instancias políticas. Los debate son encarnizados, y los argumentos esgrimidos son de más son variado, abundando los religiosos, morales, históricos, sociales, etc. Pero entre ellos, infelizmente, los científicos escasean.

Ahí la motivación de este artículo.

Semántica necesaria

Una persona transgénero tiene una identidad de género: a) opuesta a la que tuvo al nacer, b) que combina las existentes, o que c) es exclusiva a sí. Una persona de género no-binario no se asimila a lo masculino y femenino, así puede ser: ágenero, no conforme con los géneros existentes; bígenero asumiendo las dos identidades binarias alternadamente, o de género fluido, es decir cambiante.

La intersexualidad es la presencia en una persona de rasgos característicos de un sexo en el otro. Generalmente se refiere a lo genital, aunque no exclusivamente. En ocasiones, durante la diferenciación cromosómica, se presenta el hermafroditismo, que es el desarrollo de caracteres genitales de ambos sexos en un mismo individuo. La intersexualidad suele detectarse durante el nacimiento, pero en ocasiones puede expresarse o reconocerse a edades más avanzadas.

Así definidos, el género se remite a una construcción de la personalidad del individuo en la sociedad donde se desarrolla, lo admita esta o no; y la sexualidad es física y anatómica, y por ello determinada en la concepción y reconocida durante el nacimiento. Más tal dicotomía es vana, pues como es obvio ha existido y existe un alto grado de intercambio y superposición entre uno y otra. La masculinización y el afeminamiento, concebidos como introducciones de patrones convencionales de conducta social y en ocasiones acomodos físicos también, de un género en otro, han ocurrido desde siempre; y lo mismo ha pasado, en la medida que la tecnología lo ha permitido, con la transexualidad, cuando la inconformidad con un género y sus caracteres físicos es tal que la persona se decide por una conversión.

Hasta aquí la semántica aparece más o menos clara, pero que subrayar que ésta enmarcada dentro de códigos sociales, morales, y políticos de la(s) sociedad(es) occidental(es), de la que tod@s, ya sea por herencia o a fuerzas, somos parte.

I

El segundo sexo

El historiador Thomas Laqueur esboza una interpretación de la construcción social del género, la comienza en la antigüedad y la aterriza en el presente. Afirma que la concepción del sexo femenino, como una variante (más bien imperfecta) del masculino, dura hasta la ilustración (siglo XVIII) y que es entonces, como parte de las varias revoluciones concurrentes, cuando apenas se admite que las diferencias entre hombre y mujer son reales.

Notable aquí es el periodo de tiempo que fue necesario para que ello ocurriera. Se asume como Edad Antigua a la aparición de las primeras aglomeraciones urbanas, que de acuerdo a la evidencia arqueológica, se habría dado en el Creciente Fértil aproximadamente hace 6000 años. De acuerdo a Laqueur, el ‘one sex model’ habría dominado desde entonces hasta el ya bien entrado 1700. Es decir, que por 5700 años dominó la creencia general de un tipo óptimo de ser humano (el hombre), y que la ocurrencia de variantes no óptimas (la mujer) se debía a errores de fábrica, y que éstas servían, en el mejor de los casos, para complementar el desempeño de la versión primera. Es evidencia de esto que la formalización de los derechos plenos de las mujeres recién empieza en el XIX (!)

El mito social del ‘segundo sexo’ fue agudamente desmenuzado en 1949 por la pionera del feminismo S. de Beauvoir, quien analizó las vertientes y sinrazones de esta discriminación, considerando aspectos biológicos, antropológicos, históricos y psicológicos. En su análisis, y de modo pionero, De Beauvoir afirmó que el (mal)trato por sexo de los homosexuales no es diferente al de las mujeres. Valga esta nota para resaltar que el camino transitado por las mujeres hacia la equidad data ya de hace varios milenios y aún hoy no muestra visos de terminarse; lo que dice algo sobre el camino que los homosexuales tendrían que recorrer hasta que sus derechos sean reconocidos.

Pareja Lakota 1876. Osh-Tisch (izquierda) fue una persona dos espíritus

Fuente: https://images.app.goo.gl/nVJVZ5WPhCw1Tj2N9

Culturas y diversidad de género

Otro aspecto social interesante es la creencia general de la hegemonía de un modelo binario en las sociedades: que desde el principio de los tiempos fuimos hombre y mujer y nada más que eso aquí, allá y más allá. Lo cierto es que aunque tal modelo parezca universal, no lo es. Hay abundante evidencia sobre la existencia pasada y actual de modelos no-binarios de pareja, familia y comunidad, que fueron y son plenamente funcionales. Examinemos algunos:

A la llegada de los europeos a Norteamérica en el siglo XVI, la existencia de personas de apariencia indeterminada por género en los grupos indígenas llamó la atención. Los pueblos navajo, lakota, cheyen, entre otros, creían que un mismo cuerpo podía nacer con espíritus de género distinto; lo que daría lugar hasta cinco variantes: femenino, masculino, dos espíritus femenino, dos espíritus masculino y transgénero. Coherentemente, se criaba, vestía y educaba a los niños sin distingo de género, hasta cuando ellos decidían conscientemente su preferencia. En general, estas tribus escindieron la moral del amor y el sexo, lo que concedía márgenes mayores a las relaciones interpersonales, pero no previno a las personas de dos espíritus de otros tabúes, como relacionarse entre sí entre los Lakota, o la única posibilidad de emparejarse con una mujer viuda. Previsiblemente, la existencia de los dos espíritus fue rápidamente proscrita y prohibida por los españoles primero e ingleses después, nuevos ocupantes de la tierra. Proceso que sólo se ha afianzado en el tiempo y, a pesar de la resistencia de algunas comunidades, continúa hoy en día.

Mapa de culturas que admiten diversidad de género

Fuente: https://www.pbs.org/independentlens/content/two-spirits_map-html/

En el llamado subcontinente indio (India, Pakistán, Bangladesh y Nepal), la palabra hijra define a un grupo amplio de personas pertenecientes a un tercer género y a veces inclusive a un tercer sexo. La hijra no distingue físicamente a la persona, pues como puede ser una nacida varón y vestida como mujer (khotis), las hay también intersexuales, transexuales, o, aun cuando es ya anacrónico, eunucos. La existencia de hijras es ancestral y socialmente reconocida, pero aunque están ya citadas en la saga del Mahabharata (IX A.C.), las hijras suelen sufrir marginación, y de acuerdo a la estructura social hindú basada en castas, viven en comunidades exclusivas para ellas, como describe Arundathi Roy en su novela el ministerio de la felicidad suprema. Las relaciones románticas con hijras, en su variante varon-khoti, son toleradas pero por lo general clandestinas. Desde 1994 la India, 2007en Nepal y 2009 en Bangladesh y Pakistán, se admite que las hijras consignen un tercer sexo en sus documentos de identidad personales y oficiales. Sin embargo, la implementación plena de estas normativas es objetada en ocasiones, y puesta en entredicho por otras medidas antagónicas: recientemente se ha vuelto a criminalizar las relaciones homosexuales y la violencia contra ellas ha crecido.

Existen varios otros casos donde las personas trans- son parte integral de la sociedad. En Samoa, fafafine define a las personas ‘del’ tercer género nacidos masculinos que tienden a asumir roles y apariencia femenina en diversos grados. Las fafafine son parte sistémica de la sociedad y particularmente relevantes son sus roles en la familia y comunidad; así, no hay ni rechazo ni marginación a niños o jóvenes fafafine y las familias se precian de contar con una en ellas cuando es el caso. Lo mismo ocurre con las muxes en el istmo de Tehuantepec al sur de México, donde un hijo homosexual es celebrado como ‘el mejor de las hijos’. La admisión social de la comunidad muxe debe algo tal vez a la tradición matriarcal de su herencia zapoteca.

Situaciones similares se dan en algunas islas de la Polinesia y el océano pacífico en general. En Tahití, Tonga, Islas Cook, Hawaii, etc. existen las personas mahu, akavaine, mahoi, etc., cuyo reconocimiento comunal es ancestral, y su participación en tareas domésticas de todo tipo es tal que hace que la asignación de roles de género en la educación de niños y niñas sea menos diferenciada. Mario Vargas Llosa en el Paraíso en la otra esquina sigue los pasos del autoexilio del pintor francés Paul Gauguin en la Polinesia: recrea la confusión inicial de los locales al verle de cabello largo y creerlo mahu, y el posterior descubrimiento del pintor de las personas mahu, que se reconoce en la presencia de personajes andróginos en sus cuadros. En todos estos casos, con la llegada de los misioneros católicos en el siglo XVIII a las islas del Pacífico, se intentó vetar a las personas trans- y eventualmente extirpar los modelos de sociedad que las toleraban, pero como es obvio, sólo las suprimieron temporalmente, y hoy en día son estudiados con profusión como modelos de sociedades género-tolerantes.

Los casos citados no son excepcionales. Recodos culturales, étnicos y sociales, relacionados a minorías sexuales, abundan tanto en occidente como en oriente, más aun ejemplos harto reconocidos, como las kathoey o ladyboy de Tailandia, que se expanden a Occidente, en una suerte de globalización estética y de roles del transexual femenino.

Los casos apuntados se refieren deliberadamente a comunidades, pero debe notarse que sus posiciones y roles son desempeñados regularmente por individuos aislados y pequeños grupos en casi toda sociedad donde la homosexualidad no esté prohibida. Es miope entonces negar que la socialización de la homosexualidad exista y que esté creciendo, y cuestionar que se den los ajustes al caso en las legislaciones.

Para terminar esta sección. Sobre los factores que limitan la socialización de la homosexualidad, la investigación reciente señala consistentemente a los hombres, más que a las mujeres, a las familias conservadoras, más que a las progresistas, y a las religiones mayoritarias en general. Pero ese, ese ya es otro tema.

II

Algunos fenómenos que se han comprobado contribuyen a la determinación del género: (A) estudios en gemelos, (B) hiperplasia suprarrenal congénita, (C) herencia, maternal, orden de hermanos, etc.

Fuente: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/b9780128002223000085

¿Genéticamente determinado?

Las evidencias de la ocurrencia del fenómeno LGBT… no son psicológicas o sociológicas exclusivamente, como se suele creer y afirmar en general. Existe un gran corpus de estudios biológicos, anatómicos, genéticos, etc. que se ha ocupado de investigarlo y cuyos resultados ofrecen sustento argumental para la existencia de una base biofísica.

Los estudios de gemelos han sido una de los esquemas preferidos para estudiar variaciones en el género.

Los gemelos monocigóticos o univitelinos se desarrollan de un mismo óvulo fecundado por un mismo espermatozoide, a diferencia de los gemelos bivitelinos o mellizos, donde dos espermatozoides fecundan dos óvulos distintos. Por ello, sus dotaciones de cromosomas son idénticas, y los subsecuentes cambios en los individuos sólo pueden deberse al ambiente en el que se desarrollan. La genética del comportamiento, como se llama a la vertiente científica que estudia los mellizos y gemelos, se ocupó inicialmente del desarrollo de la personalidad, y las divergencias a pesar de entornos similares, como el aprendizaje o el surgimiento de enfermedades mentales, y luego también posó su atención en el género.

Por ejemplo, en los 1980’s se llevó a cabo un estudio en Minnesota, Estados Unidos, que evaluó algunas características de la personalidad e intereses de más de 8000 pares de gemelos nacidos entre 1936 y 1964. En una segunda fase, se reevaluó un subgrupo de gemelos separados al nacer y criados por diferentes familias, generalmente adoptados. Los resultados indican que los gemelos se parecen más entre sí que a sus hermanos adoptivos en cuanto a habilidades de aprendizaje, personalidad, preferencias religiosas, pasatiempos, e inclusive coeficiente intelectual. Los especialistas concluyen que hay una franca influencia de los genes al determinar similitudes entre individuos relacionados, y que las divergencias entre ellos se incrementan en el tiempo y afianzan por diferencias en sus entornos. Estudios similares han confirmado estas tendencias en cuanto se trata de características simples, pero se ha advertido que se debilitan cuando las características evaluadas son más complejas. El Instituto Karolinska en Suecia, mantiene un programa que involucra más de 85000 pares de gemelos univitelinos y bivitelinos, en los que llevan a cabo constantemente estudios en alergias, demencia, cáncer, etc. Organizaciones similares operan en varios países e inclusive existe una sociedad internacional para el estudio de gemelos.

Siguiendo este enfoque, M. Diamond evaluó a 69 pares de gemelos transexuales en cuanto al desarrollo de su sexualidad y transición de género. Un 33% de los gemelos univitelinos nacidos varones transitaron de género y 23% en el caso de las mujeres. En el caso de los bivitelinos, la concordancia es menor del 1%. Es decir, que gemelos con una carga genética idéntica (univitelinos) son de 23 (en el caso de mujer a varón) a 33 (de varón a mujer) veces más proclives a cambiar de sexo que los bivitelinos. Complementariamente, se halló que de los seis pares de gemelos hermano-hermana, seis individuos cambiaron de sexo; y en el caso de los tres pares de gemelos separados al nacer, todos transitaron de sexo independientemente, sin saber de la existencia/tránsito del otro. Estudios similares apoyan estos resultados e inclusive incrementan los índices de transición hasta alcanzar 39%. No obstante lo abrumador de estos resultados, debe resaltarse que se trata de muestras pequeñas por la obvia infrecuencia de la situación a la que se refieren, por ejemplo, en el estudio de Diamond a pesar de ser global, apenas considera 69 pares de gemelos.

Más allá de los estudios en gemelos, el análisis de hermanos y hermanas transexuales cualquiera muestra que la probabilidad de un transexual de tener un(a) hermano(a) transexual es 4.5 mayor en los casos de nacidos varones y 3.9 en los nacidos mujeres, que si se tratara de hermano(a)s heterosexuales. Lo que abona al argumento de la base genética de la homosexualidad.

El sexo está en la cabeza

Otro enfoque para estudiar el transexualismo, género, etc. desde una perspectiva biofísica es evaluarlo a través de órganos o tejidos cuya asociación al sexo sea comprobada. Por ejemplo, se sabe que el lecho de la estría terminal (BSTc por sus siglas en inglés), un fino filamento de piel que rodea lateralmente al hipotálamo, es distinto en tamaño en hombres y mujeres. Se observó que en el caso de los transexuales, el tamaño y desarrollo del tejido es similar al del género adoptado que al del asignado al nacer. Es decir que hombres que transitaron a mujeres tienen el BSTc de mujeres y no de hombres, y viceversa.

Confirmando esta presunción, Kruijver y sus colegas, compararon las cantidades de somatostatina, una hormona cuya producción está asociada a la actividad del BSTc, y hallaron resultados confirmatorios: el número de unidades de somatostatina en transexuales de varón a mujer es similar al de mujeres, cuando el de hombres heterosexuales aproximadamente el doble; más aún, esta diferenciación varía con la edad y se hace más manifiesta en la adolescencia y adultez, que es cuando la acción de las gónadas se intensifica. El conjunto de estos estudios se ha venido a llamar la ‘teoría intrauterina del género’, que afirma que la identidad de género se determina durante la diferenciación de tales órganos en la segunda mitad del embarazo y no durante la diferenciación de los órganos sexuales, que ocurre en los dos primeros meses de gestación. Lo que en términos planos significaría que la masculinización o feminización del cerebro ocurre mucho después que la masculinización y feminización genital.

Este enfoque sustenta los testimonios de personas transgénero que comúnmente arguyen estar ‘atrapadas en un cuerpo del otro género’.

¿Y las hormonas?

Las hormonas son moléculas ‘coordinadoras’ producidas en las glándulas que al ser transportadas por el torrente sanguíneo, les ‘dicen’ a los demás órganos lo que deben hacer. Así, las hormonas determinan el comportamiento y en buena medida la psicología de las personas, y por supuesto tienen influencia en su conducta asociada al género.

Durante los tres primeros meses del embarazo, una constelación hormonal (alta en testosterona) hace que el cerebro del feto evolucione al de un varón y otra (baja en testosterona) que lo haga al de una mujer. Basado en esto, es que las personas transgénero suelen recibir tratamiento hormonal, que consiste en la administración de estrógenos o testosterona, según corresponda, durante su transición y después de ella por un tiempo específico. La administración de hormonas provoca los deseados cambios anatómicos y fisiológicos, y contribuyen a operar cambios psicológicos también. Además de las mudanzas obvias, hay evidencia de la ocurrencia de cambios en el volumen y estructura del cerebro también, transformaciones que son consistentes con las relacionadas a la teoría intrauterina del género, expuestas arriba.

Volviendo a la determinación del sexo, se desprende la hipótesis de que la exposición de un feto a niveles hormonales irregulares podría influenciar o eventualmente determinar su género. Por ejemplo, la condición genética llamada hiperplasia suprarrenal congénita aumenta la producción de andrógenos, lo que causa la masculinización de los genitales femeninos en las niñas, y en algunos casos la intersexualidad.

Las razones para una producción irregular de hormonas son muchas. Existen pruebas de que el estrés prenatal en mujeres embarazadas incrementa la probabilidad de tener hijos homosexuales y bisexuales. También está confirmado el llamado efecto en el orden de nacimiento de hermanos, que demuestra que a un mayor número de niños varones, la probabilidad de que el próximo niño varón sea homosexual aumenta. Pero este sólo ocurre en los niños diestros y no en los zurdos. Pues el ser zurdo o diestro esta correlacionado también a la producción de testosterona, que presumiblemente compensaría la abundancia de estrógeno. Así pues hay más hombres heterosexuales zurdos que mujeres heterosexuales zurdas, y por la misma razón hay más mujeres lesbianas zurdas que mujeres heterosexuales zurdas. Algo parecido pasa con el índice de longitud entre los dedos anular e índice, mayor en hombres heterosexuales y mujeres homosexuales en comparación a los de las mujeres heterosexuales.

Como se lee en esta breve revisión, no hay causalidad en los mecanismos genéticos, anatómicos y bioquímicos que determinan la homosexualidad. Más bien son varios factores que configuran una particular constelación al interactuar entre sí. Ello explicaría la diversidad de posibilidades en la determinación del género y en el sexo de una persona.

Al igual que en el caso de los determinantes sociales, culturales e históricos, vistos arriba, las huellas biofísicas de la homosexualidad no son de forma alguna excepcionales ni extraordinarias.

III

En esta sección ya no argumentaré sobre la ciencia detrás de la homosexualidad et al., sino más bien compilaré algunos datos de la situación que las personas LGBT viven en su día a día. No es un alegato, es apenas un listado de hechos.

¿Cuántos?

La mitad de las personas son mujeres, 5% de los peruanos son negros, y una de cada siete personas tiene más de 60 años. Son cifras que se usan para indicar la importancia de grupos humanos particulares. De la misma manera se han estimado indicadores sobre la situación de las minorías sexuales.

Alfred Kinsey, famoso sexólogo norteamericano a cuyos detallados y pioneros estudios se les endilga ser precursores de la revolución sexual de los 60s; apuntó que, basándose en la ocurrencia de coitos homosexuales que le reportaron cerca de 100 000 entrevistados, alrededor del 10% de la población era homosexual. Sus métodos fueron cuestionados, pero la cifra permaneció vigente, y con el tiempo más como un referente retórico que como uno concluyente.

Las preguntas personales sobre homosexualidad implican dificultades de varios tipos, entre los que la variabilidad en las percepciones individuales y sociales, tabúes culturales, y, sobre todo, situaciones particulares resultan ser los mayores factores de distorsión; por ello, estimaciones posteriores no se enfocaron en las experiencias homosexuales de los entrevistados, sino en la auto-definición de sí mismos como homosexual, bisexual, etc. Aun así los resultados son divergentes y lejos de ser esclarecedores.

Se ha estimado que el 3.4% de los australianos son homosexuales, proporción que llega a 4.6% en adolescentes y queda en 1.7% en adultos mayores. En Brasil, una encuesta por internet calculó que 16% de los varones y 8% de las mujeres se consideraban no-heterosexuales; pero las cifras bajan a la mitad cuando la encuesta se aplica cara a cara, como en Australia, donde los más jóvenes reportan más frecuentemente ser homosexuales. En Francia, una encuesta nacional en 2011 encontró que 10% de los encuestados eran no-heterosexuales, repartidos entre homosexuales (4%), bisexuales (3%), no definidos (2%) y quienes no quisieron responder (1%); y que en los varones, las probabilidades son ligeramente mayores de ser no-heterosexual que en mujeres. Un estudio sobre la población judía en Israel encontró que 8.2% de los varones y 4.8% de las mujeres se declaran homosexuales o bisexuales; en Holanda, 3.6% y 1.4% de varones y mujeres, respectivamente, se declaran homosexuales, y 5.5% de varones y 7.4% de mujeres se asumen bisexuales; en Filipinas, 11% de las personas entre 15 y 24 años se declaran gays: la tasa es mayor en varones (15%) que en mujeres (4%); en Polonia, 12% de los interrogados via online dijeron sentirse atraídos por personas del mismo sexo, pero este valor se reduce a 6% cuando se pregunta en persona. En los Estados Unidos, una encuesta de Gallup en el 2017 encontró que 4.5% de los adultos se declaran homosexuales, siendo las cifras ligeramente más altas en mujeres que en varones: 5.1% y 3.9%, respectivamente. Como en otros casos, la proporción se incrementa en los encuestados más jóvenes (8.2%). Y una nota final, el Williams Institute estimó que 0.6% de los estadounidenses se identifican como transgénero.

De lo visto, y asumiendo que los estudios descritos son apenas ilustrativos y no representativos de la gran variabilidad de las sociedades que existen, algunas deducciones pueden hacerse: no hay proporciones ni globales ni definitivas, es decir no se puede estimar con certeza el número de personas no heterosexuales, aunque con gran vaguedad podría decirse que oscilaría entre 2 y 7%. No hay determinantes económicos, sociales, educativos, religiosos, etc., pero es claro que estos si juegan roles clave en la aprobación social y consecuente manifestación pública. Y, finalmente, entre más jóvenes las personas, son más proclives a expresar públicamente su no heterosexualidad.

Menos derechos a los menos

La Asociación Internacional de Lesbianas, Gay, Trans e Intersex (ILGA) reporta que para el 2017, en 72 países ser gay es crimen, en 14 la penalidad por serlo es la cadena perpetua y en 8 la muerte. Por otro lado, 85 estados cautelan los derechos de las minorías sexuales de varias formas, por ejemplo, en 52 países la unión entre homosexuales (incluido el matrimonio) es legal; tales países se concentran en Europa y América Latina principalmente; en Sudamérica, Bolivia, Paraguay, Perú y Venezuela son las excepciones.

Sobre las reacciones hacia la homosexualidad, la encuesta de ILGA del 2016 en 56 países afirma, entre otras cosas, que el 32% de los encuestados aprueba la unión homosexual, 45% la desaprueba y 23% no tienen opinión; y que dos terceras partes de los encuestados verían con desagrado que un(a) hij@ suy@ se revelara homosexual. Estas cifras aparentemente duras varían considerablemente por regiones: en los países africanos y asiáticos se suele ser más reacio a relacionarse socialmente con homosexuales, y más proclives a criminalizar la homosexualidad; mientras que los europeos y latinoamericanos son más flexibles. De modo similar, países donde la religión tiene mayor influencia social y política son más rígidos en comparación a aquellos donde lo religioso se restringe a lo moral y espiritual. Análogamente, países de gobiernos y sistemas políticos más autoritarios, tienden a restringir más los derechos de los homosexuales y marginarlos socialmente. Estas observaciones no claman causalidad, sino apenas subrayan tendencias que son evidentes.

Vitrina de una tienda de moda para personas transexuales en Frankfurt

Foto: Daniel Callo-Concha

En el ámbito de los derechos civiles, en los Estados Unidos entre el 2011 y 2012 se encontró que la probabilidad de un homosexual de ir a la cárcel es tres veces más alta que para un heterosexual, y, notablemente, el 40% de las mujeres encarceladas pertenecen a una minoría sexual. Los encuestados listan como factores coadyuvantes para esta parcialidad, la marginalización, prejuicios y estigmatización por parte de las familias de l@s afectad@s e instituciones relacionadas a la administración de justicia.

Tal situación es similar en varios otros países. Uganda ha dado origen desde el 2014 a un nuevo tipo de migrante: el refugiado LGBT. A la fecha más de 2000 personas han cruzado la frontera hacia Kenia buscando asilo diplomático en dependencias de Naciones Unidas como respuesta al escarnio y agresión de las que son víctimas al hacer pública su homosexualidad, por una figura legal llamada ‘homosexualidad agravada’. En Rusia, aun cuando no existen leyes anti-gay per se, el gobierno limita las actividades de organizaciones civiles afines tildándolas de propagandísticas y, contrariamente, tolera la existencia de organizaciones que tienen como fin atacar a homosexuales, como el tristemente célebre grupo Occupy Pedophilia, que los tortura y luego sube los videos a la red. En Irán, se ha calculado que desde su conversión a república islámica en 1979 se han ejecutado alrededor de 5000 personas por ser homosexuales, pues de acuerdo a la Sharia (códigos legales islámicos emanados de sus libros sagrados Corán y Hadiz), la homosexualidad es punible con la muerte. Honduras es el país con el más alto índice de homicidios de personas LGBT: una media de 10 personas al año (nótese que en los Estados Unidos fueron 22 asesinatos en 2018, pero con una población que alcanza 326 millones contra los 9.3 millones de hondureños).

Pero tal vez la vulneración más brutal de los derechos de las minorías sexuales es el asesinato ex profeso de mujeres transgénero. Es decir, por el mero hecho de serlo, en el mundo, entre 2008 y 2018 de acuerdo a Transgender Europe, se asesinaron a 2982 personas transgénero. Estos asesinatos ocurrieron principalmente en América Latina (casi 80%); usando armas de fuego, puñales y golpes; y acontecieron principalmente en las calles. De acuerdo a Human Rights Campaign, en los Estados Unidos el fenómeno se considera ‘epidémico’ y su número crece año a año. En todos estos casos hay agravantes, explicados por las correlaciones entre las víctimas y algún otro rasgo peculiar, siendo los más notables la etnicidad afro-americana en los Estados Unidos, la condición de emigrante en Europa, y la condición de trabajadora sexual, en general. Probablemente estas estadísticas sub-representan la realidad, pues los más de los casos no se reportan como tales por la situación marginal de las víctimas o el obviar de su condición sexual en los reportes oficiales.

Estas viñetas apenas revelan el día a día de millones de personas en sus aspectos legales más fundamentales: derecho a la vida y a la libertad, mas no incluyen otros derechos como los de formar familia y en general, su autodeterminación.

¿Mujeres con barba y hombres con falda?

El Eurovision Song Contest es el festival musical más famoso en Europa. En el 2014 lo ganó Conchita Wurst (Wurst en alemán significa salchicha). Thomas Neuwirth, un joven homosexual austriaco creó a Conchita Wurst como su alter ego artístico que luce y viste como mujer pero usa una ligera barba también. La votación que la eligió ganadora tuvo repercusiones sociales y hasta diplomáticas, polarizando Europa entre un oeste ‘moderno’ y un este ‘conservador’. Los primeros convirtieron a Wurst en un emblema de la apertura y progresismo social, y los segundos en símbolo de la decadencia y ruina cultural.

En el verano del 2012 el hijo de 5 años de Nils Pickert, un periodista alemán, descubrió su gusto por la ropa que había dejado su hermana mayor, y espontáneamente comenzó a usar las prendas regularmente, lo que le causó las mofas de sus compañeros del jardín de niños. A ello, Pickert reaccionó vistiendo él mismo faldas cuando acompañaba al niño, lo que a la larga cesó con las críticas a su hijo, pero le trajo una no deseada celebridad, numerosas felicitaciones y algunas detracciones.

Estos incidentes son relativamente recientes y desde entonces (y seguramente antes también, aunque más veladamente), no es extraordinario ver en las ciudades grandes de Europa mujeres o transexuales con barba y varones homosexuales y no homosexuales con falda, en esto último, obviando a quienes no hacen tradicionalmente. En apariencia estas situaciones son extraordinarias y hasta revolucionarias, pero una simple retrospectiva demuestra que no lo son.

Cuando era niño (allá por los 80s) uno de mis maestros me dijo que los dos robos más grandes en la historia habían sido “el del pelo largo por los hombres y el de los pantalones por las mujeres”. Estaban por venir más ‘robos’ de ese tipo: el de los pendientes y maquillaje por los muchachos y el de no afeitarse el cuerpo y raparse el cabello por las muchachas, nomás para citar algunos.

La apariencia es la manifestación más superficial de la individualidad y la moda (paradójicamente) la masificación de esta. En estos casos, la moda es el furgón de cola del rompimiento con los valores asociados al género, y de paso un gesto de autodeterminación. Un peldaño más en la escalera del movimiento que hace un siglo reclamó para las mujeres los derechos a escoger pareja, a recibir educación y a votar. Hoy en día estos derechos y las decisiones asociadas a estas son indiscutibles y a nadie, persona o institución, se le ocurre inmiscuirse.

El hijo adolescente de una amiga nuestra usa falda y se pinta las uñas de verde; otro más pequeño, vástago de una pareja amiga, prefiere la cocina a los tractores, que le gustan más a su hermana menor; el nuestro de 11 meses usa indistintamente ropas de niño o niña y generalmente usada. Ninguno de estos ejemplos cercanos es derivado o determinado por una “ideología de género”, apenas expresiones triviales del día a día de una sociedad en evolución y respetuosa de los derechos de las personas.

Concluyendo

Entiendo que el campo de batalla de la gente LGBTTIAPQnB2S’s es de momento político y hasta cierto punto legal. Y que reclaman lo mismo que antes reclamaron y aun reclaman mujeres, negros, indígenas, enanos, inmigrantes, cojos, ciegos, embarazadas, viejos, etc., etc. Su derecho a ser plenos siendo quienes son. Sus derechos humanos pues.

La aparente “singularidad” de las personas LGBTTIAPQnB2S’s etc. no es nueva a nuestra especie ni a las sociedades que hemos conformado. Y ocurrirá inevitable y forzosamente lo mismo que ha ocurrido con todos los grupos “singulares”. Tome más o menos días, meses, años o décadas nos integraremos, querámoslo o no. El oponerse a este proceso, que ahora es retórica y objetivamente global, es simplemente fútil, y las campañas, misiones, empresas, tramas o arrojos que se les aúnen, pírricos.

Así pues, la batalla real es la que se da en cada uno de nosotros: al reconocer y aceptar a las personas tal cual son. En algunas décadas lo que hoy pasa con estos debates de ideología de género será en el mejor de los casos anecdótico y en el peor trágico. Muchos se avergonzarán, como lo hacemos hoy de nuestros abuel@s machistas, clasistas y racistas. O tal vez, más triste aun, algunos guardaran un silencio doblemente vergonzoso.

Uno de las tareas de la ciencia es ofrecer a la sociedad una perspectiva objetiva y ecuánime de sus circunstancias, valiéndose de evidencia palmaria y sobria reflexión. En este artículo he intentado contribuir al debate de tal forma, y aunque su posición es evidentemente parcial, anhelo que su ejecución haya sido rigurosa.