La ‘ciencia’ en el fútbol


Por Daniel Callo-Concha

La ciencia moderna no deja nicho sin ocupar. Escoltando las pasiones humanas, se ha prestado primero a las prometedoras y luego, cínicamente, a las redituables. Como con el fútbol dado su enorme e inelástico potencial económico.

Hay ciencia en el juego mismo para hacerlo más veloz, preciso y potente, a través de materiales, equipos y tecnologías, como la usada en la última copa que verifica o no el cruce del balón de la línea de gol; la hay en la maximización del rendimiento de los futbolistas, como al inyectar células madre para estimular la regeneración de tejidos, innovación del último mundial; y existe también para procurarle al tele-espectador experiencias más vividas como la apenas lanzada tv en tres dimensiones. De ésta ciencia no hablaré pues de algún modo su motivación es evidente, sino de la que se hace en la penumbra y coquetea con la adivinación: la de los pronósticos.

Ya dije arriba que el dinero es el mejor catalizador científico. En el caso de los pronósticos el vínculo no puede ser más directo. Las apuestas, que tienen poco que ver con el juego, se benefician de él colateralmente. ¡Pero de qué manera! Solamente en el Reino Unido las compañías de apuestas hicieron más de un billón de libras en la última copa mundial, lo que significa un grandísimo número de perdedores y uno mínimo de ganadores, aunque algunos bastante peculiares como John Moore que apostando cinco libras ganó 2500 al predecir la victoria alemana de 7 a 1 contra Brasil.

Claro la pregunta -literalmente- del millón es: ‘¿cómo hacerlo?’. Veamos. Los matemáticos notaron que los resultados del fútbol se ajustan a patrones conocidos, como la distribución de Poisson que estima para un periodo de tiempo un número de resultados posibles independientemente de su frecuencia. Así, algunos se repetirán más, ej., 2-1 una de cada 10 veces; y otros menos, ¿7-1? Definido esto, hay que calcular los resultados de cada juego, lo que se hace comparando índices de desempeño de cada equipo, que pueden ser cuantitativos como en el caso del ranking de la FIFA que usa variables como resultados y relevancia de juegos previos, etc.; o cualitativos, basados en ratio que midan por ejemplo, la calidad de ataque o defensa, como se hace en ajedrez vía el sistema Elo.

Un ejemplo de esto es el modelo de la compañía de banca Goldman Sachs, que predijo los resultados de la copa mundial 2014. De acuerdo a este Brasil tenía 48.5% probabilidades de ganar la copa, Argentina 14.1%, Alemania 11.4%, España 9.8% y Holanda 5.6%. Sobra opinar de su precisión, pero vale notar alguna confesión de parte: “(…) el fútbol es un juego de anotaciones bajas e impredecible”, y un final bastante higiénico “(…) siendo claros, nuestro modelo no considera información sobre la calidad de los equipos o individuos (…) ni tampoco da lugar a la opinión humana (sic.), el enfoque es puramente estadístico.”

De modo similar, a la busca de los factores que determinan el éxito futbolístico. Haas y sus colegas midieron la eficiencia deportiva, administrativa y económica de los equipos participantes de la Bundesliga en la temporada 2001. Sus resultados mostraron altos niveles de eficiencia en todos los participantes, las diferencias entre el campeón Bayern Munich y los equipos que descendieron a segunda fue mínima… lo que habla bien de la estabilidad de la liga, la capacidad de los administradores y el compromiso de los aficionados, pero que en una liga tan homogénea no sirve de receta para ganar el trofeo.

Más útil es el análisis de redes para estimar la reiteración, e indirectamente importancia de los competidores. Como lo demostró Gregor Aish ponderando la participación de las principales ligas y sus equipos en la última copa mundial. Como era de esperar, las ligas europeas convocan a la mayoría de jugadores mundialistas (uno de cada cuatro); y aquí son notables las selecciones española y alemana por concentrar la mayoría de sus jugadores en sus propias ligas, aunque en vista de los resultados dispares esto no puede argüirse como ventaja.

A pesar de ser un deporte colectivo, se sabe bien que el desempeño individual puede ser determinante en el fútbol, pero como en los casos anteriores su medición es bastante especulativa. La habilidad y más aún el talento se manifiestan aleatoriamente. Pueden utilizarse indicadores como la eficiencia de aciertos, hierros, etc., como hizo Ihsan Alp para calcular el rendimiento de los arqueros, de la copa mundial del 2006: el protocolo DEA (Data Envelopment Analysis), distinguió como el portero más eficiente a Oliver Kahn de Alemania y a la postre medalla de bronce; pero en un segundo análisis corregido, Ali Boumnijel portero de Túnez y cuyo equipo quedó en el 24 lugar resultó más eficiente... resultados apenas anecdóticos ya que la FIFA eligió a Gianluigi Buffon de Italia como el mejor portero del campeonato.

Más exhaustiva es la comparación que hizo Benjamin Morris de las habilidades del astro Lionel Messi contra las de otros futbolistas de elite, con resultados ciertamente apabullantes. Resulta que Messi no solo es el mayor anotador, el que cuando tira lo hace más al arco que fuera, es que tiene mayor efectividad dentro del área chica, el mejor pasador, el mejor driblador, etc., etc. Abusando de correlaciones entre la eficiencia goleadora y otras habilidades futbolísticas concluye Morris que si el Messi de la Argentina y el Messi del Barcelona fueran dos futbolistas distintos, es muy probable que ambos serían los dos mejores del mundo.

Inclusive el renombrado físico Stephen Hawking propuso una fórmula para que Inglaterra triunfara en la última copa, ésta alcanzaba su óptimo cuando en equipo jugaba 4-3-3, vestía de rojo, jugaba a temperatura moderada y eso sí, contaba con un árbitro europeo. Factores que desgraciadamente o Roy Hodgson ignoró o era imposible que se dieran en Brasil.

Imagino que tales acrobacias estadísticas podrían inspirar y avivar aquellos viejos debates sobre quién es o fue el mejor de todos, jugadores, equipos, países, etc. que tanto gustan a los futboleros. Pero como se ve en los análisis reseñados, su valor predictivo además de referencial y anecdótico es más bien pobre, y tal vez podría resumirse en algunas frases laicas: tener la mejor hinchada no gana la copa, ganar muchas copas no gana la copa, tener al mejor jugador no gana la copa, y hasta tener el mejor equipo no garantiza ganar la copa… tal vez ahí uno de los secretos de la pasión por este juego bello y alienante.